A menudo se pinta a Marbella con trazos gruesos: como un destino frívolo, un terreno de juego de lujo y exceso, un lugar para la fiesta. Pero para mí siempre ha sido mucho más que eso. Es una ciudad de una belleza extraordinaria, donde nacionalidades y culturas conviven de manera natural. También es un lugar donde las reglas se flexibilizan, donde se abraza la libertad y donde personas notables eligen establecer su hogar. Personas que se rodean de belleza, que valoran la singularidad y que comprenden el poder del arte.
Cuando abrí mi galería aquí, vi en Marbella un lugar lleno de posibilidades. Un lugar donde podía arriesgarme—presentando voces emergentes junto a artistas de media carrera y consolidados—y donde esa audacia no sería recibida con indiferencia, sino con curiosidad y entusiasmo. Con los años, eso se ha demostrado cierto. Marbella te anima a pensar de manera diferente, a arriesgarte y a compartir lo auténtico.
A través del riesgo, la resiliencia y el amor por el arte—junto con siete años de trabajo constante—espero haber consolidado la galería como un espacio donde el arte puede descubrirse y, sobre todo, apreciarse profundamente. Al comenzar mi octava temporada, me siento orgullosa del camino recorrido y agradecida por las personas increíbles que he conocido en el trayecto: coleccionistas, artistas y amigos que han dado forma a esta aventura y la han hecho tan significativa.
Marbella no es solo el telón de fondo de esta historia: es su corazón palpitante. Con su belleza, su diversidad y su espíritu de libertad, esta ciudad ha permitido que la galería crezca hasta convertirse en lo que es hoy. Y sigue inspirándome: a seguir arriesgando, a seguir descubriendo y a seguir compartiendo el poder transformador del arte.
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